La morada del alma

«La lengua es la morada del alma», dijo Martin Heidegger.

Y la palabra fue el principio de todo... 

Con este himno deseo a todos los amigos, navegantes y seguidores de este blog una feliz Navidad y un año nuevo lleno de promesas.

«En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
Estaba con Dios al principio. Todas las cosas existen por medio de ella, y ni una sola de las que existen ha venido sin ella.
En la Palabra hay vida, y la vida es la luz de los hombres.
Y la luz resplandece en medio de las tinieblas, sin que las tinieblas la hayan podido dominar jamás.»
Juan 1, 1-5.

Prosofagia, ¡llegamos a los 18!

Amigos, después de varios meses de mucho trabajo hemos sacado a la luz otro número de la revista Prosofagia, el 18. ¡Ya somos mayores de edad

Os invito a leerla, o mejor a descargarla (el diseño ha quedado precioso) y disfrutar de los artículos que más os apetezcan. Encontraréis un completo ensayo sobre la ortografía de la RAE, que nos ha cedido Martínez de Sousa, una autoridad en la materia, un dossier Tolkien (para conmemorar el 50 aniversario de la publicación de El Señor de los anillos), artículos de homenaje a Cortázar (también se cumple el 50 aniversario de Rayuela), sobre Borges; cuentos varios, poemas y nuestras secciones de humor, literatura y tecnología digital, y más...

Creo que cuando empezamos la revista, pasito a paso, con algunas entrevistas y relatos, no imaginábamos que, hoy, tendríamos tantísimo que publicar y tantísimo que agradecer a los colaboradores que, generosamente, nos ceden su talento y su trabajo en forma de ensayos, poemas o relatos. A todos ellos, ¡gracias, gracias, gracias!

Y también a todos los que nos seguís y nos apoyáis.

Relatos que huelen...

Me he enrolado en un curso on line, ¡vuelvo a estudiar! Y esta vez en muy serio, con ejercicios y exámenes. Por eso ando muy desconectada. Pero no puedo dejar de reseñar esta entrevista a Joanne Harris, autora del famoso Chocolat. Me quedo con esta frase... 
«Una novela que no huele, no duele. Y no se lee.»

Leer aquí la entrevista, publicada en la Contra de la Vanguardia (recomiendo descargar el pdf o leer en posición pantalla completa).

Naguib Mahfuz y el hilo de Scherezade

Rhadopis, la cortesana. Cogí el tomo de la librería y empecé a leer, sin esperar mucho más que una breve novela histórica con ese sabor añejo, especiado y oriental que Naguib Mahfuz sabe imprimir a sus relatos. Quería distraerme y me apetecía volver a sumergirme, durante unos días, en el Antiguo Egipto…

La he terminado en tres días, y he hallado mucho más que distracción, y mucho más un relato exótico. Aun tratándose de una novela primeriza, con esta obra Mahfouz ha sabido darme una lección de maestría literaria.

¿Cómo? Con la sencillez y el hechizo de un viejo contador de cuentos. El autor comienza la historia y no suelta el hilo, tal como si la estuviera contando durante una larga noche, ante la lumbre. No hay en él artimañas, saltos adelante y atrás, flashes, cambios de estilo o trucos sofisticados. No. Relata con transparencia, usando generosamente de su prerrogativa como narrador omnisciente, siguiendo una secuencia temporal y lógica, casi con inocencia. Los capítulos se suceden, breves y fluidos como las aguas del Nilo que baña los escenarios del relato. Hay una elipsis. Una sola, aunque el lector puede sospechar qué ocurre entre líneas. El secreto justo que, una vez desvelado, desencadena la tragedia. Y en sus incursiones sin reparo, adentrándose en el alma de cada personaje, Mahfouz nos descubre las variadas facetas del corazón humano. Lo hace de la misma manera que narra: con nitidez y a la vez con lirismo, sin excesos, pero con la dosis justa de apasionamiento. De manera que el relato resulta dramático sin pecar de histriónico; arde sin quemarnos; brilla sin artificios pretenciosos. Es elegante, y cautiva.

Aquí y allá una frase u otra se quedan grabadas, como dardos, en la memoria:

¿Es lógico que sufra por la realización de mis deseos, como los pobres? ¡Maldita sea esa filosofía! (pág. 34)
No te extrañes, pues la belleza es tan convincente como la verdad. (pág. 58)
¿Azar? Esa palabra falsea la verdad, señor. Se la asocia con la falta de juicio. Sin embargo, es el único origen de la mayoría de las felicidades y gran parte de las catástrofes. A los dioses no les quedan más que unos cuantos acontecimientos lógicos, señor… (pág. 42)

¿Casualidad, dices, Rhadopis? ¿Y qué es la casualidad sino el destino disfrazado? (pág. 85)
Desde ahora la locura será mi emblema. (pág. 86)
Perdí mi alma en el vasto mundo y la encontré en mi hombre amado. ¿Te das cuenta de lo que es el amor, Shiz? […] Es un asunto extraño, como vos decís, señora… y tal vez más agradable que la propia vida. (pág. 104)
El más fiel a su señor es quien le aconseja sinceramente (pág. 119).
…ella no se inmutó, entablándose en su interior una tremenda lucha entre la mujer de sentimientos y la reina de trono. […] El trono fulminó el corazón y el orgullo estranguló el amor. Se replegó en sí misma, triste y prisionera detrás de las cortinas. Así perdió el combate, con las alas rotas y sin lanzar ni una de sus flechas. (pág. 127)
…lo comparó con sus días de antaño, cuando era fuerte y fría. Supo que desde el día en que el amor irrumpió en su corazón, se había convertido en una mujer débil y angustiada… (pág. 176)
En realidad no la había olvidado sino que estaba oculta en los pliegues de su alma, en un pasadizo escondido que no cesaba de allanar con paciencia y fuerte compromiso con sus responsabilidades. Pero cuando la vio, después de un año, el depósito de su alma estalló y las llamas subieron hasta que la abrasaron. Sintió suplicio, abatimiento, desesperación y el orgullo asesinado. Experimentó la derrota y el tormento dos veces en una sola batalla finalizada. (pág. 178)
―La resignación es la única astucia del débil. Yo permaneceré siempre erguido como una espada contra cuyo filo se aniquilan los traidores (pág. 188).
El amor es verdaderamente un mundo extraño. El suyo propio fluye de la esencia de la misma vida. La fuerza que la atrae hacia su señor es la fuerza de la vida, completa y terrible. Pero el amor de Benamón es absorbente, casi lo aísla de todo y permanece en lejanos horizontes que sólo se hacen perceptibles en su diestra mano, y algunas veces en su lengua trabada y cálida. Qué amor tan delicado por una parte, hasta convertirse en un sueño, y por otra tan fuerte que propaga vida en la muda roca. ¿Cómo piensa deshacerse de él, si no la obliga a nada? (pág. 212)
¡Qué atardecer! Lo estaba esperando, amor mío, con el alma agotada por el deseo y engañada por la esperanza. (pág. 237)
Llenó sus ojos con el rostro de él, sin pensar que dentro de breves momentos ese rostro la dejaría para siempre… (pág. 238)
Suspiró desde lo más profundo de su triste corazón y fijó la vista en el cadáver tendido, contra el que fueron a estrellarse sus esperanzas y sus sueños, esparciéndose por todas partes, como si fueran ensoñaciones diseminadas por el despertar. (pág. 253)

¿Es la novela un canto al amor? Así lo parece en una primera impresión rápida. Lo canta, sí, y no rechaza tampoco cantar sus sombras. Pero no es solo esto. Para mí contiene, también, un grito, un lamento. Es un canto desgarrado sobre lo que mata el amor. Es un poema de duelo sobre la arrogante fragilidad humana, incapaz de sostener, alimentar y hacer perdurar el amor. Pues sus protagonistas aman, sin duda, pero en ellos germina algo más fuerte que el amor, y ese algo ―dejo a otros lectores que lo descubran―, es capaz de segar el amor de raíz y conducirlo a la muerte.


En suma, ha sido una lectura de esas que inquietan la mente y remueven el corazón, aunque dejen la miel en los labios. 

Nota: las citas son de la edición publicada por Planeta de Agostini, Barcelona, 1998.

La épica de la guerra, según Baricco

Acabo de releer la Ilíada, según la versión que Alessandro Baricco elaboró para organizar un evento memorable: una lectura pública de la obra de Homero, adaptada para no extender en demasía su duración y para hacerla más próxima al lector. 

Esta reelaboración conserva mucho de la fuerza del original, creo, su belleza y su tinte heroico, añadiéndole un enfoque ―ah, el enfoque― particular: está narrada a partir de 21 personajes, que relatan la epopeya desde su punto de vista.

La recomiendo a quienes aún no hayan leído a Homero y deseen familiarizarse con él de forma “amable”, por así decir. A quienes les resulte pesado atreverse con la versión íntegra y el  lenguaje solemne y arcaico que a menudo destilan las traducciones de los hexámetros griegos. Quizás, después de leer esta, deseen adentrarse más adelante en las aguas profundas de los versos homéricos.

Y recomiendo, tanto como la lectura del relato, leer y meditar sobre la brillante apostilla que sigue a la obra. Se trata de un pequeño ensayo sobre la belleza de la épica guerrera con una reflexión que va más allá de la literatura. Rescato algunos párrafos (las negritas son mías).

Sobre la belleza de la guerra:

«Para ser franco, tengo que decir que la Ilíada es una historia de guerra, lo es sin prudencia ni medias tintas: y que fue compuesta para cantar a una humanidad combatiente, y para hacerlo de un modo tan memorable que durara eternamente, y para llegar hasta el último de los hijos, cantando sin término la solemne belleza y la irremediable emoción que antaño fuera la guerra, y que siempre será. En el colegio tal vez lo explican de otra manera. Pero la esencia es ésa: la Ilíada es un monumento a la guerra
«…la Ilíada tiene algo que enseñarnos. Y lo hace desde su rasgo más evidente y escandaloso: su rasgo guerrero y masculino. […] canta la belleza de la guerra, y lo hace con una fuerza y una pasión memorables. No hay casi ningún héroe cuyo esplendor, moral y físico, en el momento del combate, no se recuerde. No hay casi ninguna muerte que no sea un altar, ricamente decorado y adornado de poesía. […]»

¿Es posible encontrarle un sentido? Hete aquí:

«En este homenaje a la guerra, la Ilíada nos obliga a recordar algo molesto pero inexorablemente verdadero: durante milenios la guerra ha sido, para los hombres, la circunstancia en la que la intensidad ―la belleza― de la vida se desencadenaba en toda su potencia y verdad. Era casi la única posibilidad para cambiar el propio destino, para encontrar la verdad de uno mismo, para elevarse a una alta concienciación ética. Frente a las anémicas emociones de la vida y a la mediocre estatura moral de la cotidianeidad, la guerra ponía en marcha el mundo y empujaba a los individuos más allá de los límites acostumbrados, hasta un lugar del alma que debía parecerles, a ellos, por fin, el punto de llegada de toda búsqueda y todo deseo. […] En esta convicción se reverbera el perfil de una civilización, nunca muerta, en la que la guerra permanecía como un eje candente de la experiencia humana, como motor de toda clase de acontecer. […]»

Lo que el pacifismo no debería olvidar:

«Lo que tal vez sugiere La Ilíada es que ningún pacifismo, hoy en día, debe olvidar o negar esa belleza: como si nunca hubiera existido. […] Por muy atroz que pueda sonar, es necesario acordarse de que la guerra es un infierno, pero bello. Desde siempre los hombres se lanzan a ella como falenas atraídas por la luz mortal del fuego. […] Por ello, la tarea de un pacifismo verdadero tendría que ser hoy no tanto demonizar la guerra, sino comprender que sólo cuando seamos capaces de otra belleza podremos prescindir de la que la guerra, desde siempre, nos ofrece. Construir otra belleza es tal vez el único camino hacia una auténtica paz. Demostrar que somos capaces de iluminar la penumbra de la existencia sin recurrir al fuego de la guerra. Dar sentido, fuerte, a las cosas, sin tener que llevarlas hasta la luz, cegadora, de la muerte.»
«Una real, profética y valiente ambición por la paz yo la veo únicamente en el trabajo paciente y escondido de millones de artesanos que cada día trabajan para suscitar otra belleza, y la claridad de luces, límpidas, que no matan. Es una empresa utópica, que presupone una vertiginosa confianza en el hombre. Pero me pregunto si alguna vez nos hemos adentrado tanto, como hoy en día, por un sendero parecido. Y por eso creo que nadie, a estas alturas, logrará ya detener ese camino, o invertir el sentido. Lograremos, antes o después, sacar a Aquiles de aquella mortífera guerra. Y no será el miedo ni el horror lo que lo lleve de regreso a casa. Será cierta belleza, una belleza distinta, más cegadora que la suya, e infinitamente más apacible.»
Las citas están sacadas de la versión publicada por Anagrama, Barcelona, 2005. Nunca me canso de leerla. 

Una lectura dramatizada de la Ilíada, adaptada por Juan Carlos Plaza, también se hizo en español, en junio 2012. Aquí podéis escuchar la primera parte, en RTVE A la Carta.

El poder de la palabra

En la foto, parte de mis libros, ya instalados en la estantería nueva. ¡Qué alegría!

Y hoy plasmo aquí otro pensamiento sobre el poder de la palabra. Es de San Agustín:
«Cuando pienso lo que voy a decir, la palabra ya existe en mi corazón. Pero si quiero hablar contigo, debo hacer presente en tu corazón lo que hay en el mío.
Así, buscando una forma de dejar que la palabra que existe en mí llegue hasta ti y habite en tu interior, tengo el recurso de mi voz. Su sonido te comunica mi palabra y su significado. Cuando se termina, se desvanece. Pero mi palabra está ahora en ti, sin haberme abandonado nunca.» (Sermón 293, 3.)

¿No es esta la magia del lenguaje? Por medio de él se da algo que, al entregarse, no se pierde. Igual sucede con la escritura: la palabra, en lugar de voz, toma la forma de un signo escrito, de un conjunto de letras. Y en el escrito se contiene la palabra que alberga el autor y que pasa a habitar en el lector. En el acto de la lectura se da esa transmisión, silenciosa y elocuente. Como una semilla multiplicándose, la palabra se reproduce y viaja lejos; ya no pertenece solo a quien la escribió, sino a todos aquellos que la leen y la conservan en su memoria. La palabra es inagotable y fecunda.

El cuento, según Clarissa Pinkola Estés

Antes que psicoanalista de la escuela junguiana, Clarissa Pinkola Estés se define a sí misma como poetisa, cantadora y contadora de cuentos. Esta es su visión sobre el cuento. El cuento fantástico, el cuento sin autor o de mil autores, el cuento que se pasa de una generación a otra y que sobrevive a milenios de historia y olvidos…

A mis ojos, las historias son una medicina.
...Siempre que se narra un cuento se hace de noche. Dondequiera que esté la casa, cualquiera que sea la hora, cualquiera que sea la estación, la narración del cuento hace que una noche estrellada y una blanca luna se filtren desde los aleros y permanezcan en suspenso sobre las cabezas de los oyentes. A veces, hacia el final del cuento, la estancia se llena de aurora, otras veces queda un fragmento de estrella o un mellado retazo de cielo de tormenta. Pero cualquier cosa que quede es un don que se debe utilizar para trabajar en la configuración del alma…
[...] A mi juicio, el cuento, en todas las modalidades posibles, solo puede ser fruto de un considerable esfuerzo intelectual, espiritual, familiar, físico e integral. Nunca brota fácilmente. Nunca «se recoge» o se estudia en los ratos libres. Su esencia no puede nacer ni se puede mantener en la comodidad del aire acondicionado, no puede alcanzar profundidad en una mente entusiasta pero no comprometida y tampoco puede vivir en ambientes sociables pero superficiales. El cuento no se puede «estudiar». Se aprende por medio de la asimilación, viviendo cerca de él con los que lo conocen, lo viven y lo enseñan, mucho más en las tareas de la vida cotidiana que en los momentos visiblemente oficiales. [...]
La beneficiosa medicina del cuento no existe en un vacío. No puede existir separada de su fuente espiritual. No se puede tomar como un simple proyecto de mezcla-y-combinación. La integridad del cuento procede de una vida real vivida en él. El hecho de haber sido educados en él confiere al cuento una luz especial.
 Las citas son de Mujeres que corren con lobos, «Conclusión: el cuento como medicina».

Mudanzas

Cuando uno se muda de casa es una de esas ocasiones en las que piensa que… ¡el saber sí ocupa lugar! Y pesa muchos kilos. Y cuesta de llevar.

Aunque quizás no es tanto el saber, sino ese viejo, viejísimo soporte de tomo y lomo con el que hemos querido fijar las palabras volátiles y la memoria fugaz.  

Ahora, todas esas historias impresas que pesan media tonelada cabrían en un pequeño pen que puedo esconder en la mano. Una biblioteca del tamaño de un caramelo… Cientos, miles de horas de lectura, metidas en una carcasa más pequeña que una nuez, encerradas en una diminuta memoria de silicio, que es nada comparada con la maravilla arbolada de una sola neurona.

Pensándolo bien, el saber no ocupa lugar. Pero sí los libros. Y uno les toma apego, como al olor del pan y al tacto de una sábana limpia. No es imprescindible, pero necesitamos tocarlo.

Esta es una panorámica de mi futuro ex comedor, a punto para el traslado de piso que ¡hoy comienzo! (Y no están ahí todos los libros, ni mucho menos.) No sé dónde voy a comer. Igual me hago una ensalada y me la tomo encima de La leyenda del rey Arturo, que es ancho y de tapa bien dura...


Una visión de la novela, según Unamuno

Donde las cosas no pasan


«Bien sé que en lo que se cuenta de este relato, si se quiere novelesco ―y la novela es la más íntima historia, la más verdadera […]―, no pasa nada; mas espero que sea porque en ello todo se queda, como se quedan los lagos y las montañas y las santas almas sencillas asentadas más allá de la fe y de la desesperación, que en ellos, en los lagos y en las montañas, fuera de la historia, en divina novela, se cobijaron.»
Miguel de Unamuno. San Manuel Bueno, mártir.

Una perla preciosa como broche de una novela tan breve como rotunda, transparente y abismal como las aguas del lago que espejea en sus páginas.

Una definición de la novela: la más íntima historia, la más verdadera…


Y otra, aún: la historia donde no pasa nada, porque, en realidad, es el lugar fuera de la historia donde las cosas no pasan, sino que se quedan. Se quedan.

¿Cuántas veces habremos leído en alguna crítica: es que en esta novela "no pasa nada"? ... Y cuántas veces, también, habremos leído novelas donde pasan muchas cosas, tantas, tantas, que a las pocas semanas las hemos olvidado. Pasaron.

Por ir a la universidad

Esta entrada no es estrictamente sobre literatura... Pero siento que debo escribirla.

«El sábado 15 de junio una banda de milicianos atacó la Universidad de Mujeres de la ciudad de Quetta (Pakistán). Colocaron bombas en el autobús universitario y un kamikaze se hizo explotar cuando profesoras y estudiantes subían al vehículo. En la masacre murieron atrozmente catorce personas y más de veinte resultaron heridas…» Leo esta reseña en Catalunya Cristiana del 20 de junio, firmada por Justo Lacunza, padre blanco y estudioso del Islam. Y sigue: «El odio de los asesinos continuó su trayecto. Atacaron con saña el hospital donde habían sido conducidos los heridos, causando más terror, devastación y muerte. Los islamistas paquistaníes quieren impedir a golpe de bomba y fusil que las mujeres estudien y reciban una educación. Las quieren iletradas y analfabetas, sometidas y esclavizadas. Veladas y arrinconadas en los muros domésticos. Alejadas de la vida pública y administrativa, apartadas del mundo laboral. Con pocos derechos y muchos deberes. Por eso consideran que la educación seglar es el opio de la sociedad musulmana […] Me he preguntado muchas veces si los estados, gobiernos y organismos internacionales perciben la gravedad de prohibir la educación de las mujeres en países como Pakistán. Millones de mujeres en el país asiático luchan por sus derechos elementales. Quieren estudiar en las escuelas y aspiran a formarse en las universidades, pero la tozudez de los ideólogos islamistas les impide realizar su sueño: ir a la escuela. No hay base alguna en la religión musulmana que prohíba la educación de las mujeres. No obstante, los amos del terror lo impiden a toda costa…»

Leo y medito, con tristeza, sobre esta noticia, que no sé si trascendió a los grandes medios de comunicación, porque no los sigo. Y me digo que las mujeres de mi generación, que hemos crecido en aires de libertad, dando por sentada una formación universitaria, y que hemos podido proyectarnos profesionalmente sin traba alguna, deberíamos de tanto en tanto pensar que nuestra situación, comparada con la de la mayoría de mujeres del mundo, es de un enorme privilegio. Ahora mismo estoy escribiendo ante un ordenador, a mi lado tengo una impresora láser y vivo en un piso modesto, pero decente, donde he creado mi espacio personal y privado. Trabajo en algo que me gusta y me dedico unas horas cada semana a escribir, por pura afición; he publicado algunos libros, convirtiendo mi pasión artística en oficio. Más del 80 % de las mujeres del mundo carecen de todo esto. Y muchas que luchan por conseguir, al menos, unos estudios y un mínimo de libertad, se arriesgan a perder su vida, como estas jóvenes paquistaníes y sus profesoras. Muertas por amor al saber. Muertas por ir a la universidad. Muertas por querer proyectar su creatividad más allá de las paredes de sus casas. Muertas por algo que, para las mujeres que escribimos, en mi entorno, es tan natural que lo damos por garantizado.

Sí, somos unas privilegiadas. Una élite de mujeres inconscientes de serlo, preocupadas por cosas como la crisis en el sector editorial, el futuro de los escritores independientes o cómo publicar libros. Otras pierden su vida por leerlos.

Regalo libros

Tras mi «despido» de la agencia tengo en herencia unos cuantos ejemplares de mis tres novelas publicadas. Como no quiero que críen polvo en mi pisito, voy a regalarlos. Así que os los ofrezco a los amigos y seguidores del blog, gratis (incluido el envío). Podéis elegir uno, dos o los tres. Los primeros que respondan a la «oferta» se los llevan hasta agotar existencias, como se suele decir. Para solicitarlos, podéis enviarme un mensaje indicando qué libro queréis y vuestros datos: nombre, apellidos y dirección completa (con teléfono, pues lo envío por mensajero y me lo piden). Mi e-mail es labaladademaya@hotmail.com.

Las novelas son: Estirpe Salvaje (fantasía épica juvenil), El heredero del clan (fantasía épica no tan juvenil) y Ciudad sin estrellas (distopía futurista, premio Minotauro 2011). Estirpe está en tapa dura, muy bonita la edición. El heredero y Ciudad en tapa blanda y rústica.

Para los que no habéis leído ninguna, he aquí unas breves reseñas de las tres novelas:

Estirpe salvaje: Un libro excelente. Reúne las tres cosas que cualquier lector quiere encontrar: una historia fascinante, unos personajes inolvidables y una prosa realmente bella. Muy recomendable para cualquier edad, no sólo para jóvenes. Susana Torres Ogando, escritora.

El heredero del clan: Montse de Paz nos sorprenderá con una aventura que nos llevará, a lo largo de quinientas páginas, hacia mundos vírgenes, hacia paisajes interminables, donde la amistad, el amor, el odio, las envidias, la codicia, la traición, pero también la honestidad y la nobleza nos traerán ecos de las antiguas leyendas que aún viven entre las piedras y entre los árboles escandinavos. Cuando hace un par de semanas cerré el libro no pude evitar sentir añoranza y, eso, para quien ya empieza a sentir que ha leído demasiado, es para agradecerle a la autora que le haya liberado del monetarista mundo real que nos está tocando vivir. Necesitamos héroes como los creados por Montse de Paz, capaces de desear algo y llegar a hacerlo realidad. Paco Illán Vivas, escritor.


Ciudad sin estrellas: Ciudad sin estrellas es un lugar que huele a humo, a consumo, a relaciones robotizadas y que garantiza el acceso a una ciudad entera con un solo clic. Como si se tratara de la película Gattaca, su autora, Montse de Paz, consigue adentrarnos en una metrópoli llamada Ziénaga y nos ofrece una novela sobre la inquietud de un joven que quiere saber más allá de lo que esconden esos muros impuestos. En definitiva, un ejemplo magnífico de rebeldía hacia el control que vivimos y que hemos experimentado siempre. Estanis Bañuelos, cineasta y periodista.

El Cantar de los cantares

Comparto con los navegantes y seguidores de este blog una entrevista a Joan Ferrer, filólogo semítico y biblista que nos habla del poema de los poemas… ¿El más hermoso? Por supuesto, habrá quien lo discuta. Pero pocos poemas han inspirado a tantos. Como a san Juan de la Cruz, en su Cántico espiritual. A mí estos poemas me fascinan.

He aquí algunos versos escogidos del Cantar.

Mientras reposa el rey en su lecho,exhala mi nardo su aroma. Es mi amado para mí como bolsita de mirra que descansa entre mis pechos.
¡La voz de mi amado! Vedle que llega saltando por los montes, triscando por los collados. Es mi amado como la gacela, como el cervatillo.
¡Levántate ya, amada mía, hermosa mía, y ven! Que ya se ha pasado el invierno y han cesado las lluvias.
Paloma mía, que anidas entre las rocas,
en las grietas de las peñas escarpadas,
dame a ver tu rostro, hazme oír tu voz.
Que tu voz es dulce y encantador tu rostro.
Ponme como un sello sobre tu corazón,
ponme en tu brazo como sello.
Que es fuerte el amor como la muerte
y son, como el seol, duros los celos.
Son sus dardos saetas encendidas, son llamas de Yahvé.
Ni el mar inmenso podría extinguirlo,
ni arrastrarlo los ríos.

Esta es la entrevista (recomiendo leerla en pantalla completa).

Otras cosas que no te conté

Boris (Manuel Navarro Seva) está haciendo algo que todos sus amigos de letras le agradecemos: recopilar en varios libros, como en cajitas del tesoro, todos esos cuentos dispersos por foros y blogs, que ha ido escribiendo a lo largo de los años y que tanto disfrutamos muchos en su momento. Ahora los releemos con doble gusto, pulidos y reunidos en estas colecciones de relatos como la tercera que acaba de publicar en Amazon, Otras cosas que no te conté.

Los releemos con gusto, sí, y sabiendo que podemos darnos un atracón de cuentos sin miedo a que se nos indigesten, porque los cuentos de Boris nunca sientan mal. Es imposible con una prosa tan limpia, tan falta de pretensiones barrocas, tan directa. Porque en los cuentos de Boris, aparentemente tan simples, no hay una frase de más. Todo tiene su intención y detrás de cada palabra se nos abre un mundo, con suavidad, casi sin que nos demos cuenta. Boris no hace alarde de efectos especiales, pero es un gran arquitecto…

Intentaré explicarlo con una imagen del mundo de la pintura. Leer los cuentos de Boris, para mí, es como disfrutar de esos cuadros hiperrealistas de pintores como Isabel Guerra o Iman Maleki, que seducen por la belleza y los sentimientos que son capaces de despertar a partir de escenas ordinarias y cotidianas, casi siempre protagonizadas por una o dos figuras humanas. A primera vista uno podría decir: bueno, es realismo bien plasmado. Parecen fotografías. ¡Pero no! Esos cuadros son mucho más que “flashes” o imitaciones fotográficas. Son construcciones, bañadas de realismo plástico, pero creadas por la visión interior del artista. De la misma manera, los relatos de Boris no son simples retazos de cotidianidad. No son fotografías sino invenciones ―ficciones― que, tras el disfraz realista, ocultan una experiencia íntima, profunda y difícil de encasillar en conceptos abstractos.

Una imagen, un olor, un armario vacío o un puñado de monedas en un cenicero son más elocuentes que un discurso. He aquí la estética de la prosa de Boris. El cuento La fotografía es un buen ejemplo de esto, ya que hablamos de imágenes. Con frases ligeras, incluso coloquiales, Boris nos cuela un gol. La tragedia de toda una vida se desliza tras una cita informal. Sin aspavientos dramáticos: «…la encontré muy cambiada, como si hubiera envejecido cien años. Tomamos un café y nos preguntamos qué había sido de nosotros.» En el relato El reloj de pulsera, algo tan trivial como cambiar las pilas de un reloj nos conduce a una reflexión existencial: «―¿Tiene arreglo? ―No, el reloj está muerto ―dijo la joven. Al oír esa palabra sentí un escalofrío, como si se tratara de una persona querida.» Y en El niño que nació el día del eclipse, lo prosaico se entremezcla con lo insólito, hasta rayar lo esperpéntico, pero con tal fluidez que el lector apenas lo siente; y cuando ya imagina terminar el relato con un sabor de amargura, saltan los fuegos artificiales: «Aquella misma noche de luna llena fueron los dos juntos a cenar. ... Las estrellas cayeron del cielo sin cesar y un terremoto sacudió la tierra».

Esa es la magia, la alquimia de Otras cosas que no te conté. Con la finura del narrador que domina su arte, valiéndose de una prosa sobria y escenarios muy corrientes nos conduce, casi sin que nos demos cuenta, a esos temas terribles y profundos que solemos esquivar en la vida diaria. Y nos obliga a mirarlos de cara. Sin juicios ni prejuicios, con el asombro y el estremecimiento con que los niños miran por primera vez el mundo.

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Además, hasta el día 13 lo tenéis en descarga gratis. ¡Aprovechad la ocasión! No os arrepentiréis... 

Cuando una puerta se cierra... III

¡Otra entrevista! Que en principio debía ser para cerrar temas y al final se ha convertido en una encrucijada donde de nuevo se me abren puertas, o caminos, diferentes. 

Esta semana pasada tuve una larga conversación con mi editor de Minotauro. Hablamos del panorama literario, de mis novelas y de las posibilidades que tenemos los autores que, como yo, apenas hemos iniciado nuestra carrera, ese largo maratón que pasa por diferentes etapas. Y ahora toca una cuesta arriba, difícil para todos. También para el mundo editorial, como me explicó. 

¿Lo mejor? La cordialidad y la franqueza con que se desarrolló todo. Hablamos en un clima de confianza y, de nuevo, como me sucedió con Sandra, creo que la voluntad de querer facilitar las cosas y no cerrar puertas definitivamente ayudó a que hubiera sinceridad y claridad. Salí con un buen sabor de boca y… ¿por qué no decirlo? Con esperanzas. 

Conclusiones. Respecto a mis obras, de momento el tema ciencia ficción queda en pausa. No le ha gustado la continuación que escribí para Ciudad sin estrellas, me explicó de manera breve y gráfica por qué y esa cuestión, por ahora, queda zanjada. En cambio, aceptó leer una de mis novelas inéditas de fantasía, que hoy mismo le he enviado. ¡Crucemos los dedos! Y me ofreció contactos y referencias en cuanto a la otra novela que estoy comenzando a mover ―histórica― y otra que aún no he terminado. 

Respecto al mundillo literario, lo que me explicó no difiere mucho de las impresiones de Sandra Bruna. Anoto varios aspectos, sin embargo, que destacó y que dan para pensar un rato. 

Uno. La crisis está afectando tanto que los libreros, desesperados por vender ya mismo, rápido, no dan margen a que los libros puedan hacerse un lugar, ser leídos, comentados y recomendados. El editor me habló de los long sellers, que necesitan un tiempo para consolidarse y que pueden venderse muy bien gradualmente, gracias al boca oreja de los lectores y a lo largo de prolongados periodos de tiempo. Ahora, las librerías no dan tiempo a que este fenómeno se produzca. 

Dos. Como ha ocurrido con el mundo inmobiliario, se ha dado una burbuja editorial. Según él, durante los años de bonanza todas las editoriales se lanzaban a publicar montones de títulos, incluso obras que no veían muy claro que resultaran: se arriesgaban a probar. Ahora esta burbuja ha hecho bluf, se vende muchísimo menos y las editoriales han reducido hasta un 40 y un 60 % menos los títulos que sacan cada año. Por tanto, el filtro selectivo ha de ser mucho más fino. De hecho, me decía, este es el papel del editor: seleccionar y ser exigente con lo que se publica. 

Tres. Pero, al mismo tiempo, admitió que muchas veces prima el factor comercial por encima del literario. Y hablamos de éxitos de ventas cuyos editores incluso empujan al autor, ofreciéndole jugosos anticipos, para prolongar sus sagas y escribir más libros de los previstos en su idea original, porque saben que tienen el público asegurado. 

Cuatro. Me confirmó la tendencia que hablamos con Sandra, que “la clase media” está desapareciendo. Se venden, mucho, unos pocos best sellers. Y se venden, mucho menos, las obras de autores medio conocidos o noveles. El abismo entre unos y otros es enorme y creciente. Este año, me dijo, lo que realmente se ha vendido bien son las famosas Sombras de Grey. El resto de autores, especialmente hispanos… ¡lo tienen más crudo! 

Cinco. Sobre América, me comentó que las filiales del Grupo Planeta en Latinoamérica presionan por obtener títulos de España y comercializarlos, pero ¿qué sucede? Publicar, imprimir y enviar los libros desde España aumenta los costes y el precio final, en América, es caro. En España proponen que sean las sucursales americanas las que se ocupen de imprimir y distribuir, desde allá, en formatos y precios más asequibles. Pero, según parece, allá remolonean y tampoco quieren correr con los gastos y el riesgo de lanzar ellos una tirada. Así están las cosas… 

Seis. Sobre tendencias en el campo fantasía, ciencia ficción y terror, me dijo tres cosas curiosas. Que la ciencia ficción triunfa en USA y en Europa anglosajona (Gran Bretaña, Alemania…) pero mucho menos en España. En España gusta más la fantasía (vamos, digo yo que será porque aún somos muy quijotescos y nos va eso de las caballerías, la capa y la espada). En México comentó que gusta especialmente el género del terror (¿tendrá que ver con todo ese folclore colorista de los espíritus y los muertos…?). 

Cambiando de género, me dijo que la novela histórica sigue con buena salud, y que la Edad Media continúa estando en boga (¿y cuándo no?, ¡a mí me apasiona!). En cuanto a los temas bíblicos (ahí ando yo metida, ahora…) también me dijo que era un campo interesante del que siempre se pueden sacar buenos argumentos e historias. 

Pues aquí estoy. En medio del camino, con más proyectos, más ideas, más esperanzas… ¡Sin prisa pero sin pausa, como buen maratonista!

Prosofagia 17

El número 17 de la revista Prosofagia ha salido impreso. Muchos ya estamos acostumbrándonos a la e-lectura pero… ¡qué gozo tener una revista así entre manos, con tapa y hojas! El tacto del papel satinado, el olor, poder ver plasmadas en papel tantas páginas de entrevistas, reportajes, artículos y fotografías, no tiene precio. Este número, además, es especial. Un compañero de la redacción comentaba que recoge el esfuerzo ininterrumpido de cuatro años; cuatro años de amor a las letras y de trabajo constante, tras la pantalla y entre las fibras de la Red. Cuatro años de amistad entre quienes la engendramos y la llevamos a buen puerto ―o buen parto―, y con todos aquellos que han colaborado en sus páginas, desde amigos de los foros literarios hasta personalidades reconocidas del mundo académico y de las letras.

Así, cuando supimos que teníamos la oportunidad de publicarla impresa, decidimos que fuera un elenco de lo mejor publicado durante el último año. Fue difícil seleccionar, pues siempre hay que descartar muchos artículos y relatos estupendos. Pero finalmente quedamos satisfechos con el resultado. En ella encontraréis temas tan variados como…
  • Entrevistas a Juan Eslava Galán y Laura Gallego.
  • Una charla con Pepe Martínez de Sousa, autoridad referente en tipografía y bibliología.
  •  Nuestros artículos “de albañilería literaria” preferidos por los lectores: sobre las comas, las comillas, el laísmo y el leísmo y los diálogos en literatura.
  • Una selección de las viñetas humorísticas de Nelo.
  • Un ensayo sobre crítica literaria del escritor Guillermo Martínez, Premio Planeta Argentina.
  • Una recopilación de cuentos y poemas, entre ellos, dos poesías del Premio de las Letras Españolas, Julio Maruri.
  • Dos micro-relatos aportados por alumnas de la Escuela de Escritura del Ateneu Barcelonès.
En resumen, 181 páginas que se pasan volando, volando, amenizadas por el diseño ágil y plástico de nuestra pepsi y las fotografías que han aportado nuestros colaboradores.

A mi entusiasmo quiero sumar mi agradecimiento por formar parte de este magnífico equipo de redacción y al trabajo incansable de Boris, Esther y pepsi. ¡Trabajar con vosotros es un desafío y un auténtico placer! ¡Cuánto se aprende!

Y otro agradecimiento muy especial para José María Lafuente, nuestro generoso mecenas, que a través de Ediciones la Bahía nos permite publicar con tanta calidad nuestra revista.

¿Queréis recibir un ejemplar? Lo ofrecemos gratis, tan solo tenéis que pedírnoslo escribiendo a prosofagia@prosofagia.com indicando vuestro nombre y señas postales. Gracias a nuestro mecenas podemos distribuir unos cuantos ejemplares a nuestros lectores. Por supuesto, también agradeceremos vuestros comentarios. Nos gusta leer opiniones y todo nos ayuda a mejorar.

¡Espero que muchos podáis disfrutarla!


Las revistas, nuevecitas, "posan" en el salón.


Reproducción de dos poemas originales de Julio Maruri.

¡Otra! De Borges


Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído.
Jorge Luis Borges.


Una perla (de Mark Twain)

La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta es la misma que entre el rayo y la luciérnaga. 

¡Pues sí! Escribir bien es tarea de precisión, de orfebre, de cirujano... Por eso es noventa por cien transpiración y diez por cien inspiración. Encontrar la palabra adecuada y exacta, en ocasiones, es una auténtica iluminación.


Una visión de la novela, según D. H. Lawrence

Una visión sobre la novela según D. H. Lawrence, cito de su obra:

Porque hasta la sátira es una forma de simpatía. Esa forma con la que nuestra simpatía fluye y recula es lo que verdaderamente determina nuestras vidas. Y en eso radica la importancia inmensa de la novela, debidamente manejada. Puede informar y conducir hacia nuevos lugares el flujo de nuestra conciencia de simpatía, y puede conducir a que esta se aparte de cosas que han muerto. De ahí que la novela, manejada propiamente, pueda revelar los lugares más recónditos de la vida: porque es en los recónditos sitios pasionales de la vida, sobre todo, donde la marea de la conciencia sensible ha de afluir y menguar, purificarse y refrigerarse.

Pero la novela, lo mismo que el chismorreo, también puede excitar simpatías y retrocesos espúreos, mecánicos y amortiguadores para la psique. En la novela se pueden glorificar los sentimientos más corrompidos, en tanto que sean convencionalmente «puros». Entonces es cuando la novela, lo mismo que el chismorreo, deviene finalmente en vicio, tanto mayor cuanto que está de una manera ostensible del lado de los ángeles. El chismorreo de la señora Bolton siempre estaba del lado de los ángeles. «Y él era un tipo tan malo, y ella una mujer tan deliciosa.» Cuando [...] la mujer había sido sencillamente una falsa, y el hombre indignamente honesto. [...] Por esa razón el cotilleo era algo humillante. Y por la misma razón son humillantes también la mayoría de las novelas, particularmente las populares. El público solo responde ahora a aquello que apela a sus vicios.

D. H. Lawrence, El amante de Lady Chatterley, framento del capítulo 9.


Cuando una puerta se cierra... II


Ayer tuve la entrevista de despedida con mi ex agente literaria. Sandra Bruna. Creo que es una experiencia que vale la pena contar.

Sandra estuvo acogedora y cordial, como es ella, y creo que fue sincera. En todo momento me miró a los ojos y se comportó con naturalidad y calidez. Me explicó la difícil situación del mundo editorial, cómo esto afecta a las agencias, su necesidad de reducir costes y tener que dejar de representar a muchos autores por falta de personal y tiempo de dedicación. Hablamos de todos los temas que teníamos pendientes, se ha comprometido a cerrar un par de gestiones aún no resueltas y, lo mejor, también me ha ofrecido darme contactos y referencias. Aunque me dijo bien claro que no sabía de ninguna otra agencia que recomendarme, pues todas están pasando la crisis igual o peor que ella.

Quiso quedar como amiga y yo acepté terminar así, sin dar un portazo, sin cortar la relación por lo sano. Creo que es la forma de acabar bien las cosas, siempre que se pueda. La escuché, se lo agradecí y le dije que lo comprendía. Le pedí algunos consejos y me dijo que, para cualquier cosa en que pueda ayudarme, que cuente con ella y la escriba.

Cerramos bien. Amigablemente. Con franqueza y sin perder el contacto porque… ¡nunca se sabe! La vida da muchas vueltas. Me deseó suerte y nos despedimos. Me dijo que cuando publicara algo nuevo no dejara de avisarle. ¡Espero poder hacerlo sin tardar mucho! Y salí de allí sin desazón, sin pena, con un sentimiento extraño que me cuesta describir. En mi otro escrito hablé de la intemperie, de volver a empezar… No, no vuelvo a empezar de cero. Inicio otra etapa de mi camino y, por qué no, tal vez sea mucho mejor que la que cierro ahora.

En la conversación salieron algunos temas que me parece interesante reseñar, sobre todo de cara a los noveles y visitantes de este blog que os preguntáis por vuestro futuro y oportunidades.

Una. Que el mercado del libro está perdiendo “la clase media”, es decir, los autores que están a medio camino entre los noveles o desconocidos y los “peces gordos”, las estrellas. Los best sellers lo están copando todo, y las editoriales solo apuestan por ellos. ¿Alternativas? Muchos amigos y colegas están optando por lanzarse a la selva. Me refiero, claro, a Amazon.com. O buscando otras fórmulas de autopublicación o co-edición. A algunos les está resultando bien.

Dos. Que la novela histórica de misterio ha tocado techo, pero se mantiene la clásica, de guerras, aventuras y hazañas, la de toda la vida.

Tres. Que ha vuelto y sigue pisando fuerte la novela romántica y las sagas familiares. Supongo que el fenómeno Sarah Lark va por aquí…

Cuatro. Que el fantasy también está saturado y va a la baja. Con algunas excepciones, claro. Juego de Tronos y el resto de la serie de Martin, con las reediciones de Tolkien, han monopolizado el espacio… De la ciencia ficción ya ni hablamos.

Cinco. Que el mercado digital es un terreno que las editoriales tradicionales todavía no están explorando lo suficiente, ni para ver sus posibilidades ni para conjurar sus “amenazas”.

Seis. Me sugirió que probara a tocar otros géneros que estén más de moda. Me temo que este es un consejo que no seguiré… a menos que lo que está en onda coincida con lo que me apetece escribir. Y, con esto, soy consciente de que me estoy sembrando de obstáculos el camino. ¡Tendré que convertirme en una saltadora experta! 

La primera escritora

Enheduanna. Así se llama la primera escritora conocida en la historia de la humanidad. O, al menos, la primera de la que se conserva constancia escrita, tanto de sus obras como de su autoría. Enheduanna fue una princesa acadia que vivió hacia el 2400 a.C., hija del rey Sargón y gran sacerdotisa del dios Nannar. Escribió himnos y poemas de alabanza a los dioses y de ella se conservan estas palabras: la dicha de escribir «es una fiesta, como parir, dar nacimiento, concebir el mundo»¡Difícilmente se puede describir con más belleza y exactitud!

Todo está cargado de magia...

«Todo está cargado de magia, la magia que hace que estemos aquí charlando. Si no, tendríamos que estar hocicando por los montes.» Entrevista a Ana María Matute, en el Magazine del 21 de
 abril de 2013.

 

¡Nueva revista Prosofagia! Un número muy especial...

¡Salió el nuevo número de Prosofagia! Y esta vez es un número especial, porque hemos hecho una selección de lo que más ha interesado a nuestros lectores entre todo lo que hemos publicado en estos años que llevamos editando la revista: entrevistas, cuentos, poemas y artículos sobre literatura y la artesanía de escribir. 

No solo es especial por esta selección (¡gracias a los colaboradores!), sino porque todos los que queráis podréis recibir, sin coste alguno, un ejemplar de este número en vuestro domicilio, si lo solicitáis. Estamos preparando una edición impresa gracias a nuestro mecenas, Ediciones la Bahía. De modo que, si queréis la revista en papel, os animo a hacernos el pedido cuanto antes.

¡Que la disfrutéis! Ya sabéis que en Prosofagia cuidamos tanto lo visual como el contenido, para que el viaje por sus páginas resulte de lo más estimulante. Aquí tenéis el enlace para leerla on line o descargarla como pdf:

Como siempre, vuestros comentarios e impresiones serán bienvenidos. Podéis postearlos en nuestro blog:

3, 4, 5 de abril... ¡tres días de muerte!!

Tres días para descargaros gratis nuestra primera antología en formato kindle y descubrir las mil caras de la muerte... ¡Garantizado que más de una os sorprenderá!

Aquí podéis descargaros Necroslogía, gratis, durante los días 3, 4 y 5 de abril.

Para los que viven en España: http://www.amazon.es/dp/B00B5JYM18

Para quienes viven fuera de España: http://www.amazon.com/dp/B00B5JYM18 

Necroslogía es una obra colectiva de La Tribu

Cuando una puerta se cierra...

Al empezar este blog me propuse ir contando todas mis andanzas como escritora, desde mis primeras páginas escritas hasta lograr la meta soñada por todo novel: llegar a publicar. Los que habéis seguido mi trayectoria sabéis que no siempre ha sido fácil y que este camino no está exento de tropiezos y dificultades. Pero quizás algunos lectores se pueden llevar la impresión de que todo me ha salido demasiado bien, de que la suerte me ha sonreído o de que, finalmente, he tenido enchufes y contactos. Algún comentario vertido en el blog insinúa que he tenido “padrinos”… ¡Nada más lejos de la realidad! 

Y para que veáis que en la vida siempre hay una de cal y otra de arena, y que un libro publicado no significa nada, porque la carrera del escritor entraña una lucha muy larga… esta vez voy a contaros una nueva experiencia, no tan soleada como otras. 

Hace unos cuantos días recibí un mensaje de mi agencia después de un largo silencio de meses. De manera muy educada, eso sí, porque el trato que he recibido en la agencia siempre ha sido cordial y exquisito, me comunicaban que, debido a la crisis, al recorte de recursos humanos, a los vaivenes del sector editorial… en fin, a una serie de factores, no podían seguir representándome.

Posteriormente he quedado con la agente para buscar fecha y despedirnos en persona, algo que debo agradecer, así como su sinceridad. Tampoco olvidaré en ningún momento que gracias a ella he podido publicar mis primeras novelas, en total tres, y una con un importante premio. Sumando y restando creo que han hecho un buen trabajo, y más tratándose en mi caso de una escritora novel y desconocida.

Claro que no es muy agradable sentir que, de alguna manera, no eres “un producto rentable” para la agencia. Pero soy de las que piensan que cuando se cierra una puerta siempre se abre una ventana, o dos, o quizás otra puerta más grande… Quién sabe. Me resisto a considerarme un mero producto y quiero creer que mis novelas, con la adecuada promoción y difusión, algún día llegarán a ser “rentables”. 

De modo que aquí estoy de nuevo, en la intemperie, con una maletita llena de novelas vírgenes que ofrecer. Aunque no como en los inicios, por supuesto. En la mochila llevo tres títulos publicados y un pequeño toro minoico de bronce… De nuevo en las trincheras, a la búsqueda de editorial y, por qué no, de otro agente. Porque, al igual que un buen amigo escritor, opino que el papel de los agentes literarios es necesario y bueno para un autor, siempre, claro está, que el agente cumpla bien con su trato y dedique el tiempo necesario a su representado. 

Recuerdo ahora que Montse Rico, mi primera mentora, me dijo una vez que cada novela era una batalla que librar, y que conseguir publicar otro libro siempre requería empezar de nuevo. ¡Cuánta razón tenía!

El futuro del papel

¿Quién dijo que el papel no tiene futuro? Vean, vean...

Del miedo y otras islas


«Las islas son malvadas... y nadie lo sospecha.»

Así comienza el prólogo que Teresa Dovalpage ha escrito para un nuevo libro, Del miedo y otras islas. Otra aventura en la que me he embarcado con mi querida tribu creativa, La Tribu 11. Esta vez hemos publicado nuestra antología de cuentos en versión digital y para imprimir. Y la hemos lanzado en tres plataformas.

Lector aventurero, si te atreves a pasar miedo, a descubrir secretos inconfesables, misterios estremecedores, oscuridades humanas y la belleza deslumbrante de esa constelación de pequeños universos, las islas, te invito a esta travesía.



En PDF, descarga gratuita, conservando su diseño original:

Si compras el libro, todos los beneficios de las ventas irán a una buena causa: la fundación ADEMO, que atiende a menores con discapacidad en la comunidad de Madrid.

Y, como dice cierto personaje de uno de sus cuentos, nadie lanza un mensaje en una botella si no espera ser leído. Todo libro busca lectores y quiere escuchar sus voces. Nos encantará recibir vuestros comentarios e impresiones en la página oficial de la antología:

Aién aristeiein!


Otra entrada que no va de literatura exactamente, más bien de filosofía. Aunque tiene mucho que ver con las letras, como se verá.

Aien aristeiein! Sé el mejor. El primero. El más valiente, el más fuerte, el más rápido, el más bello. El excelente entre todos. ¡Siempre el mejor!

No, no es el lema de un equipo deportivo ni de un grupo de scouts. Es la frase que encarna el valor máximo de la antigua Grecia, el lema de Aquiles y de los héroes homéricos, el afán de todo hombre libre que se preciara: sé el mejor.

Sé el mejor. Así, engastado en versos épicos, este principio ha pasado a infiltrarse en la médula de nuestra cultura occidental. El afán por la excelencia y la competitividad que este principio acarrea son característicos de nuestra civilización. Pero en los últimos siglos no han faltado los detractores de esta mentalidad: para ciertos psicoanalistas conduce directo a la neurosis; para los sociólogos es detonante de la desigualdad; para algún filósofo será causa de violencia y guerras.

Por otra parte, tal como señala Donald Kagan, profesor de Yale, en su curso sobre la antigua Grecia, nuestra civilización ha bebido de otra fuente, la tradición judeocristiana, que nos propone un principio diferente. El sermón de la montaña ensalza a los humildes, a los pobres y a los perseguidos. Es un discurso subversivo que pone el mundo al revés. Toda la cultura que deriva del cristianismo inculca el valor de la humildad y de lo pequeño. Los primeros serán los últimos.

También esta convicción ha sido criticada. Quizás el ataque más rotundo fue el de Nietzsche, que veía en el cristianismo una religión de cobardes y mediocres. Y, hoy, mucha literatura en torno a la autoestima, al «poder que está dentro de ti», va en esta misma línea de forma mucho más edulcorada, menos ceñuda y trágica pero no menos clara. Aunque sospecho que más de un griego clásico, leyendo estos manuales, quedaría espeluznado y tildaría ciertas afirmaciones de clara muestra de la hybris más flagrante. ¿Cuántas veces habremos escuchado o leído: «somos dioses»?

Esta oposición: sé el primero versus sé humilde, no solo se da en un plano filosófico y social. Se reproduce en la vida de cada persona. O, al menos, de muchas personas.

Yo misma crecí con el alma tensada por estos dos valores. Sé la mejor, sé la primera, fue el lema que me quedó grabado en la mente desde los primeros años de colegio. Por otro lado, también me inculcaron desde muy niña la importancia de pensar en los demás, de servir, de no ser egoísta ni aspirar a ser siempre la primera… Afán de excelencia, espíritu humilde. ¿Cómo conjugar ambas?

Occidente, dice el profesor Kagan, es una cultura que vive ese desgarro interior a lo largo de toda su historia. «Se nos exige éxito y competencia al más alto nivel y, al mismo tiempo, se acusa a la gente por perseguir la excelencia en vez de la humildad. Esto es la civilización occidental, amigos». Una civilización esquizofrénica y contradictoria, gloriosa y miserable, capaz de las mayores hazañas, de las peores guerras y de extender hasta el último rincón del mundo la bandera de los derechos humanos.

¿Es posible encontrar una síntesis? Entre endiosarse y humillarse, ¿hay un término medio? ¿Se puede aspirar a la excelencia sin caer en la neurosis o en la competitividad asesina? ¿Se puede ser humilde y a la vez libre para vivir una vida plena y creativa?

Quiero creer que sí. Releyendo a Martín Descalzo me topo con esta frase que parece que me ha estado acechando: «Todo hombre debe dar dos pasos: el primero, aceptarse a sí mismo; el segundo, exigirse a sí mismo. Sin el primero camina hacia la amargura. Sin el segundo, hacia la mediocridad».

Pues sí. Humildad para aceptarse ―¡qué paz!― y coraje para exigirse ―¡la alegría del logro!―.

De momento, estoy convencida de que la humildad es un principio insuperable para convivir con uno mismo y con los demás. Pero cuando estoy sola escribiendo, desafiándome a mí misma, ratón en mano y la pantalla de mi ordenador enfrente, ¡que viva Homero!

Aién aristeiein!