Donde las cosas no pasan
«Bien sé que en lo que se cuenta de este relato, si se quiere
novelesco ―y la novela es la más íntima historia, la más verdadera […]―, no
pasa nada; mas espero que sea porque en ello todo se queda, como se quedan los
lagos y las montañas y las santas almas sencillas asentadas más allá de la fe y
de la desesperación, que en ellos, en los lagos y en las montañas, fuera de la
historia, en divina novela, se cobijaron.»
Miguel de Unamuno. San
Manuel Bueno, mártir.
Una perla preciosa como broche de una novela tan breve como
rotunda, transparente y abismal como las aguas del lago que espejea en sus
páginas.
Una definición de la novela: la más íntima historia, la más
verdadera…
Y otra, aún: la historia donde no pasa nada, porque, en
realidad, es el lugar fuera de la
historia donde las cosas no pasan,
sino que se quedan. Se quedan.
¿Cuántas veces habremos leído en alguna crítica: es que en esta novela "no pasa nada"? ... Y cuántas veces, también, habremos leído novelas donde pasan muchas cosas, tantas, tantas, que a las pocas semanas las hemos olvidado. Pasaron.
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