[…] Al ser destapado por el gigante, el cofre dejó escapar un aliento glacial. Dentro sólo había un enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepúsculo. Desconcertado, sabiendo que los niños esperaban una explicación inmediata, José Arcadio Buendía se atrevió a murmurar:
―Es el diamante más grande del mundo.»
Así empieza y casi termina el primer capítulo de Cien años de soledad. Leí estas palabras
por primera vez con once años, en una clase de literatura. Mi paladar de
lectora niña y torpe no pudo asimilar la exuberancia de aquella selva de
letras, que se me antojaba demasiado enmarañada y hostil. Un pedazo de hielo se
me atascó y me alejó de García Márquez y el deseo de conocer su obra durante muchos
años… ¡Cuántas lecturas perdidas! Pero ese mismo bloque de hielo irisado, mucho
tiempo después, es el que me subyugó y me arrastró a leer toda la novela de
corrido, adentrándome en el mundo mágico de Macondo y la saga de los Buendía, asombrándome
a cada frase, a cada párrafo… A menudo pienso que el mejor taller de literatura
es leer a los clásicos y a los genios. García Márquez es ambos.
Hoy también celebramos el día del libro, el día de Sant Jordi, el 450 aniversario de Shakespeare… Hoy huele a papel y a rosas, las letras tiemblan en el aire como
las semillas de los plátanos y los pétalos de los geranios en flor. Hoy huele a
literatura, a recuerdo, a eternidad. Porque las letras hacen eternas al hombre,
y su espíritu sobrevive no solo en las alturas, sino en las profundidades de
las páginas. Ahora Gabo está ya a merced de la luz, en los altos aires donde
no alcanzan a llegar ni los más altos
pájaros de la memoria…
Buenas noches, escritores que nos habéis alimentado el alma.
Buenas noches, príncipes de las letras. Permitidme saludaros con las últimas palabras
de Horacio en Hamlet:
Good night, sweet prince, and flights of angels sing thee to thy rest.
2 comentarios:
Hola Montse!!! He conocido tu blog en la web y te felicito por tu trabajo; en especial, por este precioso post. Creo que la primera vez que leí al gran Gabo tendría unos 20 años y ese principio de Cien años de soledad puso un punto y aparte en mi experiencia como lectora. A partir de ahí empecé a devorar todo lo que había publicado y me convertí en adicta a sus palabras. Esas frases que traes a tu bitácora quedaron grabadas en mi mente desde entonces y han permanecido indelebles, como mi pequeño homenaje al encantador de palabras más genial que han dado las letras españolas.
Hola, Rocío. Gracias por tu visita y comentario. Sí, hay libros que cambian la vida como lectores... y como escritores. Un abrazo.
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