Mudanzas

Cuando uno se muda de casa es una de esas ocasiones en las que piensa que… ¡el saber sí ocupa lugar! Y pesa muchos kilos. Y cuesta de llevar.

Aunque quizás no es tanto el saber, sino ese viejo, viejísimo soporte de tomo y lomo con el que hemos querido fijar las palabras volátiles y la memoria fugaz.  

Ahora, todas esas historias impresas que pesan media tonelada cabrían en un pequeño pen que puedo esconder en la mano. Una biblioteca del tamaño de un caramelo… Cientos, miles de horas de lectura, metidas en una carcasa más pequeña que una nuez, encerradas en una diminuta memoria de silicio, que es nada comparada con la maravilla arbolada de una sola neurona.

Pensándolo bien, el saber no ocupa lugar. Pero sí los libros. Y uno les toma apego, como al olor del pan y al tacto de una sábana limpia. No es imprescindible, pero necesitamos tocarlo.

Esta es una panorámica de mi futuro ex comedor, a punto para el traslado de piso que ¡hoy comienzo! (Y no están ahí todos los libros, ni mucho menos.) No sé dónde voy a comer. Igual me hago una ensalada y me la tomo encima de La leyenda del rey Arturo, que es ancho y de tapa bien dura...


1 comentario:

Gael Solano dijo...

Juas... me encantaaaaa ¿Has pensado en hacerte los muebles con libros?

Personalmente prefiero tenerlos así que metidos en un pentdrive, la belleza de un tomo del rey Arturo con tapas duras no habrá formato electrónico que lo iguale.