El saber no ocupa lugar… ¡pero a veces pesa! 30 kilos de
papel impreso es lo que han pesado los originales de la última novela que me he
arriesgado, ¡después de tantos años sin probar suerte!, a enviar a varios
premios literarios.
No creo en los premios. No creo, aunque empecé mi carrera
literaria con un premio y alcancé mi cenit con otro. No creo en ellos, porque
no me han hecho mejor escritora, ni han aupado mi carrera, ni me han abierto
puertas. Me dieron, eso sí, momentos de emoción, satisfacción y euforia
personal. Me dieron amigos, buenos ratos y sorbos de gloria ―esa que sabe dulce
al paladar y puede acabar indigestándose en tus entrañas―. Los premios no me
han alentado porque no los necesitaba para seguir escribiendo. La pasión por
las letras ha continuado en la sombra, años después de publicar, recibir un
galardón, contar con el apoyo de una agencia puntera y luego ser despedida por
ella. He seguido escribiendo, una media de un libro (o más) por año, pese a recibir
continuos rechazos de las agencias y editoriales a las que he intentado presentar
mis obras.
No creo… pero la fe es algo así como una rebelde sin causa,
tenaz hasta la muerte. Por consejo de un buen escritor amigo —a él sí que le
ayudó un gran premio, y su carrera ha sido imparable—, he vuelto a la aventura de los premios. Ahí estoy, lanzando mis flechas. ¡Quiera Dios que alguna dé en
diana!
He presentado una novela a cinco premios. Esperando en la
vieja ley del marketing: si el producto es bueno, de cuatro visitas podrás
cerrar una venta. ¡Ojalá sea así! Y si no, alguien leerá mis manuscritos y quizás,
aunque no premiada, se me ofrezca la posibilidad de publicarla.
Porque es eso lo que finalmente deseo: publicarla. Es mi
primera novela histórica que puede llamarse así con todo el derecho. Basada en
hechos reales, con más de doscientos personajes reales, bien documentada y
fundada en una sólida investigación. Detrás de esta novela hay diez años de
trabajo concienzudo, mío pero sobre todo de otra persona que me es muy querida.
Diez años de estudio, investigación, lectura, traducción, corrección… Para mí,
han sido casi cinco años de lectura, estudio y escritura, metiéndome en la piel
del personaje protagonista, viviendo su historia, sus vicisitudes, sus pasiones
y sus dolores. Un personaje que me ha robado el corazón y que espero que, desde
algún lugar, sonría viendo tantos esfuerzos por rescatar su memoria. No daré más
detalles; el día que sepa que voy a publicar esta novela hablaré más de ella. Sólo
diré que su heroína es una gran mujer que tuvo entre sus manos el cetro de la Celtiberia, en palabras de uno de los personajes de su
tiempo.
30 kilos. No, no son las palabras las que pesan, sino los
libros. El papel y el cartón, los gramos de tinta vertida para encarnar una
historia, para dar forma a lo que no pesa, ni ocupa lugar, ni muere nunca…
aunque nadie jamás vuelva a recordarlo.
1 comentario:
Leer este post y sentir la misma emoción que antaño. Te deseo toda la suerte del mundo, Montse. De parte de un lector que lleva años deseando tu regreso como te mereces, sé que al final conseguirás tus objetivos, eres una gran escritora.
Mi estantería está deseando seguir añadiendo novelas tuyas a la colección. Gracias por contar a tus lectores las últimas novedades :)
¡Ánimo y fuerza!
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