Historia de una tribu

A todos mis amigos tribales... y de otras tribus


Érase una vez un grupo de locos amantes de las palabras. Estaban siempre hambrientos y devoraban con fruición cuantos libros caían en sus manos.

Un día, estos locos se encontraron en un foro literario, donde dieron rienda suelta a su desmedida prosofagia, y de donde salieron cientos de relatos, coloquios, debates… y ¡hasta fundaron una revista! 

La revista llegó a su mayoría de edad. ¡18 números! Luego el foro cerró… Toda historia tiene su cara, y su cruz. Pero algunos miembros de la variopinta tribu decidieron que había que inventar algo nuevo.

Celebraron cónclave en cierto archipiélago de islas que no aparecen en los mapas corrientes… Allí, entre selvas y cumbres humeantes, se toparon con un mono gracioso y saltarín que les inspiró la malévola idea.

De allí salieron dos criaturas más: una de muerte, y otra de miedo. ¡Estaban llenas de vida! Abrieron las alas y, cual dragones, elevaron el vuelo sobre la jungla amazónica, donde acabaron encontrando guarida tras planear sobre los cinco continentes.

Monki el mono sabio continuó haciendo de las suyas, y así es como la tribu, por puro amor al arte (¿puede hacerse arte sin amor?) parió otra criaturita tan entrañable como los Clicks de Famóbil de nuestra tierna infancia: ¿fue el último regalo?

Todo en esta vida acaba, los años pasan y cada loco con su tema. Los miembros de la tribu abandonaron su refugio en las islas y se dispersaron navegando por el mundo. Pero las letras no mueren, las amistades laten como brasas en la ceniza y las adicciones… tampoco se apagan fácilmente. Los prosófagos siguen devorando libros ―tanto en papel como en pantalla― y, quién sabe, quizás un día vuelvan a reencontrarse en las islas, para contarse sus aventuras y, a lo mejor, engendrar otro dragón alado, con hojas de papel o sin ellas, pero con muchas, muchas palabras titilando entre sus escamas. Monki les estará esperando.

 

1 comentario:

Manuel Navarro Seva dijo...

Las cosas tiene su comienzo y su final, pero perduran en el recuerdo y a veces conviene sacarlas de la memoria para disfrutar de ellas.
Muchas gracias, querida Elisabet.