«Lee y conducirás; no leas y serás conducido.» Lo dijo Teresa de Jesús, la monja que aconsejaba a sus hermanas que, a la hora de elegir confesor, procuraran que fuera bien letrado.
Ayer fue la fiesta de Santa Teresa de Ávila, y este año se inicia la celebración del V centenario de su nacimiento. Teresa de Cepeda y Ahumada no es una figura exclusiva del mundo religioso y devoto; su nombre brilla en cualquier manual de literatura hispana. ¿Por qué? Porque los místicos, cuando toman la pluma, desafían al lenguaje. ¿Cómo expresar en palabras lo que es inefable? Los místicos, leí no recuerdo dónde, llevan las capacidades expresivas de la lengua hasta sus límites, intentando traducir lo que sobrepasa el dominio de la lógica. No se puede transmitir una experiencia que se hunde en el misterio sin recurrir a la poesía, a la metáfora, a la parábola... Y eso es literatura.
Le guardo una especial simpatía a Teresa de Jesús. Cada tanto, leo o releo alguna de sus obras. Y aunque su castellano del siglo XV, plagado de subordinadas, cabos sueltos y vueltos a recoger, requiere de los seis sentidos para no perder el jugo del texto, no dejo de admirar la hondura de su discurso, la sabiduría atemporal de una mujer templada por la vida y las tormentas interiores, y la frescura de su voz, tan desenfadada, tan viva. Teresa es una mujer apasionada y enamorada. Y quien ama muy fuerte puede escribir valiente.
Dejo como botón de muestra un párrafo del inicio de sus Moradas, una metáfora que no pierde resplandor con el paso de los siglos:
Aunque quizás sean más impactantes y próximos sus versos. Aquí otra pequeña muestra:Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza.
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.
[...] Esta divina prisión
del amor en que yo vivo
ha hecho a mi Dios cautivo
y libre mi corazón.
Y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
En este enlace se pueden descargar las obras completas de Santa Teresa de Jesús.
Esta es la página de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes sobre Teresa de Ávila.
Y en esta página encontraréis más información sobre su vida y obra.