Antaño, cuando comprar libros o
acceder a una biblioteca no estaba al alcance de todo el mundo, la literatura también
se difundió por la radio. Teatro leído, novelas, poesía… cuántas horas
amenizadas, cuánto tiempo no matado, sino preñado de magia y hondura, llenaron
las voces de esos bardos invisibles que resonaban tras la rejilla de un viejo
transistor.
Hubo, hace noventa, años, una
generación de mujeres de radio. Fueron las pioneras, la primera hornada de
locutoras que regalaron su voz y su talento a las emisoras que se iban abriendo
en diversas ciudades españolas. Eran los años de la segunda república, años de
libertad y expansión cultural, años de oportunidades en los que muchas mujeres
podían soñar en estudiar, viajar y llegar tan lejos como sus sueños las
empujaran.
Hoy, un libro,
Dones de ràdio, recuerda a estas primeras mujeres de la radio
en Cataluña. Y entre ellas me emociona leer un nombre: Montserrat Parés, la
primera locutora de Radio Tarragona.
Madre de mi madre, mente inquieta y lectora voraz, fue ella
la que más tarde inculcó el amor a la lectura a su hija, quien, a su vez, lo contagió
a mí y a mis hermanas… Gran comunicadora, actriz graciosa, de voz firme y
aterciopelada, era una estudiante de quince años cuando se atrevió a presentarse ante el
director de la emisora y con su inigualable mezcla de desparpajo y candor le
preguntó si necesitaban una voz femenina.
Soñaba estudiar farmacia. Soñaba viajar a países lejanos.
Alguna vez le pasó por la cabeza ser misionera. Amaba leer, declamar, dialogar.
Era bella con el frescor de una mujer de la tierra ―había nacido en un pueblo
pequeño del campo de Tarragona―, pero poseía el glamour de una joven
cosmopolita, ávida de saber y experiencia.
La guerra dio al traste con sus sueños. Se casó, se fue a
vivir a una aldea entre montañas, tuvo cuatro hijos… Su voz se quedó en el
hogar. Sus hijos y sus nietos pudimos disfrutarla, contando relatos, explicando
anécdotas, recitando versos. Cantándonos canciones antiguas de la tierra que
amaba. Algo de su corazón se quedó ahí, enterrado bajo las ruinas de una guerra
que abrió heridas muy hondas. Nosotros, los que hoy recordamos, somos hijos de
esa historia manchada en sangre. No somos hijos de los sueños, sino de la cruda
realidad.
Hoy, 90 años después, Caterina Albertí publica un libro en
memoria de estas mujeres que prestaron su voz a un pedazo de la historia. Este
es mi pequeño homenaje, con cariño especial hacia la que ha marcado mi vida. Y
sí, también mi vida de sueños y de letras.
Y esta es una foto de Montserrat Parés, recién casada.