¿Un poema? ¿Una metáfora? No, no, ¡es real! Del cielo llovieron colores... y cayeron entre las páginas de un libro que me emociona haber podido prologar.
Hace muchos años, yo era una estudiante que asistía a las clases de una asignatura insólita, en la Universidad de Lérida. La asignatura se llamaba Utopia y llenaba el aula hasta el tope, con tantos varones como mujeres (las chicas solemos ser mayoría en las carreras de humanidades pero aquí se trastocaban las estadísticas). El profesor, Pere Gallardo, nos introducía en los vericuetos de un género literario inconformista, la ciencia ficción. Cine, música, filosofía, sociología... sus clases nos llevaban más allá de la literatura y a menudo despertaban nuestra inquietud y animados debates entre los alumnos. Pere y su Utopia fueron de esas huellas que no se borran con el paso de los años.
Mucho tiempo después, cuando gané el Premio Minotauro por mi novela Ciudad sin estrellas, quise enviársela. Así se restableció un antiguo vínculo profesor-alumna, que ahora se ha convertido en amistad entre dos escritores. Pere Gallardo, fiel a su inquietud de ayer y de hoy, sigue explorando la ciencia ficción, pero también otros géneros literarios, como el relato breve. Del cielo llovieron colores es una antología de cuentos que no dejan indiferente a nadie. Mejor lo digo tal como lo expresé en el prólogo...
Os invito a entrar en un país de relatos sorprendentes. Atención, porque es terreno minado. Los cuentos de P. suelen comenzar con un tono sereno e intimista, pero poco a poco van conduciendo al lector por vericuetos insólitos para terminar, casi siempre, con un inesperado final.
Escritos con pulcritud y detalle, con pinceladas de sentimiento, sabiamente dosificadas pero muy vigorosas, parten de situaciones cotidianas, ordinarias, y acaban trasladando al lector a una dimensión casi surrealista, entre lo trágico y lo absurdo.
[...] En los cuentos se da una constante: la frontera entre realidad y ficción se diluye. Algunos personajes poseen una vida interior torturada, como Hawk, el bebedor solitario, o Julia, la estudiante que cree sus propias fabulaciones. Otros viven presos de obsesiones, como el protagonista de Llámame o el vendedor de seguros. Algunos son escépticos que se ríen de los mitos mientras el mundo se desploma sobre sus cabezas y otros sobreviven como náufragos en medio de la multitud. Encontramos mujeres que sueñan con algo más deseable que la belleza y niños inocentes que vuelan sobre los delirios de sus padres. Y otros, como Harper y la mujer barbuda, poseen una lucidez creativa que les permite burlarse del mundo y parodiarse a sí mismos. En todos ellos, sin embargo, esta vida interior hierve y los lleva a crear ―o a creer en― una ficción que, tarde o temprano, termina estrellándose contra el mundo exterior.
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