Ayer tarde asistí a una fiesta de fin de curso que organizó la agencia. Sandra Bruna nos invitó a todos los escritores representados a una merienda en un lugar de lo más sugerente. El nombre ya dice muchas cosas: Olokuti. Se trata de una tienda de artesanía étnica y productos de comercio justo con jardín, situada en los bajos de una casa antigua, en pleno corazón del barrio de Gracia (para los que no lo conocen, Gracia es quizás el barrio más castizo y con más personalidad de Barcelona). El encuentro fue en el jardín y realmente se agradeció, pues creo que ayer vivimos el día más caluroso en lo que va de año, al menos en Barcelona.
Podéis imaginaros un jardín intramuros, recogido y fresco, con sus magnolios y sus hiedras trepando por las paredes, unas cuantas mesitas y taburetes de forja bajo la sombra de los árboles, y una bandada de palomas esculpidas en piedra y esparcidas entre los arriates y el suelo de gravilla. ¡Ese era el escenario!
La fiesta fue muy familiar e informal. Sandra nos iba saludando y presentándonos a medida que llegábamos. Fue imposible hacer una presentación "oficial" de todos, pues éramos muchos, calculo que de los setenta representados estuvimos allí quizás unos cuarenta o cincuenta... Sandra nos comentó que muchos autores eran tímidos y les causaba un pánico escénico presentarse ante los demás. Así que tuve que armarme de atrevimiento y aprovechar las presentaciones de tú a tú para conocer a unos y otros o presentarme por la cara a quien estaba a mi lado.
Menos mal que allí me encontré con mi mentora, también representada con la agencia. Las dos comenzamos conversando con la madre de Sandra y otra escritora, y de ahí a conocer a otros todo fue ir dando pasitos.
¿Será que el destino nos une a las personas en situaciones similares? De toda la gente presente, entablé conversación con tres escritoras casi noveles o noveles, como yo, y recién representadas por la agencia. También pude hablar con dos escritores consagrados. Disfruté de lo lindo tratando de lo que nos apasiona a todos: escribir, y de lo que esto significa para nosotros. Del poder inmenso que se siente al crear historias y personajes, de los retos y dificultades de esculpir una obra, retocarla y corregirla. También compartí la ilusión de publicar, la emoción de sentir el feedback de tus lectores... ¡Las tres horas que estuve allí se me pasaron volando!
Anoche cuando llegué a casa le iba dando vueltas a las palabras de uno de estos escritores con más solera que conocí. Ha publicado unos cuantos libros, escribe por profesión, edita a otros autores y además ayuda a Sandra leyendo y valorando obras nuevas que le llegan a la agencia. Él fue quien leyó por primera vez mi novela Estirpe Salvaje. Sandra nos presentó y cuando él supo que yo era la autora, me dijo, reiteradamente, que le había gustado mucho, y le dedicó unos elogios... que no reproduciré aquí porque parecería presuntuoso. Sólo sé que regresé con la moral altísima y unos deseos tremendos de seguir escribiendo y superarme día a día.
Acabo esta pequeña crónica, un paréntesis grato y estimulante en el largo camino hacia el parto de mi novela.
Esta semana también acabé las correcciones, DEFINITIVAMENTE. Fátima y yo le hemos dado el espaldarazo final al texto. Me pasé la noche de la verbena de San Juan acabando de corregir, mientras afuera los cohetes estallaban en bombardeo continuo... Al día siguiente, ¡me sentía exhausta como si hubiera corrido un maratón!
Hoy me han enviado la cubierta definitiva, o casi definitiva, y el mapa de mi reino imaginario, Slavamir. ¡Es el mapa perfecto! (Cuando pienso que yo les envié un dibujito hecho a rotulador y escaneado... ja, ja, ja, ¡qué trasmutación!)