La bella durmiente

Era mi cuento preferido. En el jardín de infancia dormíamos la siesta después de comer. Corrijo: dormían. Porque yo jamás pude conciliar el sueño por la tarde. Debía moverme, hablar y enredar con los demás niños, de manera que a veces me castigaban. Recuerdo un cuartito oscuro, donde nos metían a los inquietos. Mis compañeros pronto caían dormidos. Yo no.

Con los ojos abiertos de par en par, reseguía el filo de luz que se colaba por la rendija de la puerta cerrada. Echada en mi hamaca, iba imaginando historias.

Mi cuento preferido. Yo era la bella durmiente, que no dormía, y venía un príncipe a abrir la puerta y a rescatarme. Me daba un beso, nos escapábamos e íbamos a corretear por el bosque que poblaba mi mente.

Cuando escribí mi primer cuento me inventé una historia de fantasmas. Un príncipe encantado convertido en espectro atado con grilletes. Vivía en el fondo de un lago. La princesa lo perseguía, ¡era la única que no le tenía miedo! Se lanzaba al agua y lo rescataba. El fantasma recuperaba su forma natural, ¡adiós sábana blanca, adiós cadenas! y surgía un apuesto príncipe. Se casaban, vivían felices y comían perdices…

Ese fue mi primer cuento escrito e ilustrado. Aún lo conservo. Nada de doncellas indefensas rescatadas por gentiles caballeros. Muchos años más tarde supe de los mitos babilónicos, el océano primigenio y las andanzas de Ishtar bajando a los infiernos para rescatar a su amado. El mito de la mujer que arranca a su hombre de las garras de la muerte. Supongo que llegó hasta mí a través de las aguas prodigiosas del subconsciente colectivo.

Rescatar… ser rescatado. Sueño y beso; muerte y vida. Ahí está el germen de la bella durmiente y el fantasma encadenado. Cuentos de rescates y hallazgos. Cuentos que van al subsuelo de la vida y desentierran la raíz. Cuentos que resumen y encierran las claves de nuestra biografía. Rescatar. Ser rescatado. ¿Acaso no somos, todos, náufragos que bregamos por alcanzar la orilla? Y si la hemos alcanzado, emprendemos un camino. O nos quedamos allí, en pie, con un fanal encendido, para guiar a otros que llegan. Los relatos son faros.

Los relatos curan. Los relatos salvan. Los relatos alimentan. Son vida, vida, vida hecha palabra, belleza, drama, ficción. La ficción no es una mentira, no. La ficción, muchas veces, es más verdad que la real realidad.

¿Cuál es el cuento de tu infancia? ¿Qué mito retrata tu vida? ¿Puedes recordarlo?

No hay comentarios: