Margarita, está linda la mar...


…y el viento lleva esencia sutil de azahar; / yo siento en el alma una alondra cantar, / tu acento. / Margarita, te voy a contar un cuento…

Estos versos, ligados indisolublemente a mi infancia, a los veranos felices en el pueblo de mis abuelos, la Noceda verde y soleada de mis vacaciones salvajes entre prados, establos y castañares, me han venido a la memoria cuando San Google me ha anunciado en la pantalla que hoy se cumple el 146 aniversario del nacimiento de Rubén Darío.

Rubén Darío, para mí, va ligado a la memoria de mi abuelo, que se sabía muchos de sus poemas de memoria. Y nos recitaba, a mi hermana y a mí, este de la princesa que vivía en un palacio de diamantes, haciéndonos soñar bajo la sombra del manzano del patio. Y ahora, como pequeñito homenaje a este grandote poeta, me permito releer y plasmar aquí algunos de sus versos. Son del Poema del otoño, su peculiar, lírico y fogoso Carpe diem:

Mas coged la flor del instante,
cuando en Oriente
nace el alba para el fragante
adolescente.
¡Desventurado el que ha cogido
tarde la flor!
Y ¡Ay de aquel que nunca ha sabido
lo que es amor!

Yo he visto en tierra tropical
la sangre arder,
como en un cáliz de cristal,
en la mujer,

Y en todas partes la que ama
y se consume,
como una flor hecha de llama
y de perfume.

Abrasaos en esa llama
y respirad
ese perfume que embalsama
la Humanidad.

Gozad de la carne, ese bien
que hoy nos hechiza,
y después se tornará en
polvo y ceniza.

Gozad del sol, de la pagana
luz de sus fuegos;
gozad del sol porque mañana
estaréis ciegos.

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