La sintaxis del alma

Algunos colegas del foro ya saben que últimamente ando leyendo Las palabras de la tribu, de Paco Umbral. A ramalazos y en desorden, porque ese libro apasionado, de pluma brillante, mordaz y certera, no puede leerse en frío. Al menos a mí me sucede así. Desde que le hinqué el diente a las primeras páginas que abrí, al azar, he buscado los capítulos dedicados a los autores que más me llamaban, o he dejado que el revuelo de hojas me llevara a devorar un nuevo capítulo o párrafo sorprendente.

No recomiendo esta forma de leer a nadie, por supuesto… pero así es como estoy saboreando este plato fuerte de memoria y crítica literaria, parcial, encendida e incendiaria, que abofetea los tópicos y me está abriendo puertas a una visión mucho más profunda —y más mágica, si se me permite la palabra— de la literatura.

En fin, antes de irme de vacaciones he decidido compartir con los visitantes de este blog algunos de los párrafos que más me han sacudido por dentro. Pertenecen a un capítulo titulado “Hidalgos y señorucos”, en el que compara a cuatro célebres escritores que figuran en todos los planes de estudio de literatura, al menos en España. ¿Hidalgos y señorucos? Ved, ved qué dice… (los realces son míos)

“De cuanto llevamos escrito se deduce que todo el 98 podría dividirse en hidalgos y señorucos. [Aquí omito a quiénes considera él hidalgos y a quiénes señorucos, quien quiera saberlo… que lea el libro o me lo pregunte en privado] Por hidalgo entiendo yo ahora el escritor y el hombre que ha puesto su vida y su obra, ya de entrada, a un nivel alto, de exigencia y estética, en conexión directa con las grandes corrientes de la Historia. El escritor que no quiere limitarse a hacer una novela o unos poemas, sino que aspira a sustituir el mundo, según dijimos a propósito de Balzac. […]

La genialidad de una obra, pues, es anterior a la obra misma, está en el propósito, en la ambición, en la grandeza con que se concibe esa obra. Todo ello es voluntad de poder, pero es que un escritor sin voluntad de poder se queda en un estilista o un chismoso. En otros libros he cantado y contado la «escritura perpetua», que es como llamo a cierto modo de concebir la escritura: la escritura como alienación, la literatura como enfermedad, la obra como crimen.

[Los dos autores citados] son dos ejemplos clásicos de escritura perpetua. Su hidalguía, el ser «ser hijos de algo» se la da el que se hacen hijos de su obra, servidores de ella, y de la nobleza y locura del empeño les viene la hidalguía, como a Don Quijote, que es caballero andante antes de echar a andar…

[…] Paul Valéry dijo que «la sintaxis es una facultad del alma», y yo lo he repetido mucho. A uno le interesa sobre todo el estilo de un escritor, y no sólo por estética, sino porque en el estilo está la pulsación interior de ese hombre, «la facultad del alma», la sintaxis de su vida.”

9 comentarios:

Fernando Alcalá dijo...

Muchas gracias por la entrada, Elisabet. La verdad es que leí la primera novela de Umbral hace mucho (Balada de gamberros) y aunque la novela no deja de ser eso, una primera novela, su prólogo es en esta línea y alucinante. Te lo recomiendo.

Esteban González García dijo...

La verdad es que con P.Umbral no puedo. No trago a este señor. No niego su calidad literaria, pero no soporto su altanería, su petulancia y su arrogante y pretencioso discurso.
Lo siento. Cuando acabe con el resto de obras maestras de la humanidad comenzaré con sus libros.

PD: todo comenzó el día que llamó paletos a los de Aranda de Duero (yo he venido aquí a hablar de mi libro).

Montse de Paz dijo...

Hola, Fernando, bienvenido (ya te he visto también en Prosófagos y he visitado tu blog). Pues novelas de Umbral no he leído, para mí casi era un desconocido, salvo por el nombre, hasta que di con este libro.

STB, dices algo muy importante. Umbral no ocultaba su mal genio y su talante espinoso, pero quizás vivía demasiado inmerso en su mundo, hasta rayar la falta de respeto hacia los demás. Qué lástima que en algunas personas la "genialidad" artística vaya reñida con la humanidad y la cortesía... Esto es un tema que daría para discutir largo y tendido, sí.

Cristina Roswell dijo...

¡Tienes un premio en mi blog!

Disfrútalo que tu blog lo merece :D

Sergio G.Ros dijo...

Hola Elisabet. Me ha gustado mucho la entrada, pero como bien dices, hay temas que dan para discutir largo y tendido. Uno es el que tú tan acertadamente has comentado -el carácter antisocial de algunos artistas-, que puede ser también -en mi opinión- tratado al revés: el ataque de artistas contra otro: infravalorándolo, comentando mal de él, despreciándolo, en definitiva, como ocurre por ejemplo con H. Murakami, al que el sector literario -clásico- de su país no acepta como un buen escritor, cuando, por contra, vende millones de libros.
Ahora bien, centrándonos en la propia entrada. Creo que Umbral peca de lo que pecamos muchos a veces -y me incluyo-: No somos los poseedores de la Verdad suprema y Absoluta. Y, eso es bueno. ¿Por qué? Pues porque no creo que muchas obras geniales de la literatura se crearan con el concepto que esgrime él: es decir, pensando o proponiéndose el autor de la obra, en un tiempo previo incluso a la concepción de la misma, que ésta va a ser "grande" es decir con "aspiraciones gigantes". A veces, creo yo, las cosas más hermosas son las más sencillas. Hay de todo en la Viña del Señor. Obras literarias que han necesitado de enorme trabajo y esfuerzo, crítica, autocrítica, ayuda, estudio, para alcanzar la grandeza, y otras, por contra, solo han necesitado de una pluma que siguiera el juego de muñeca de un inspirado novelista, que no tenía otra intención que dejare "ir", ¿Qué obra es mejor? Todas son buenas. Lo importante no es lo que piense Umbral, probablemente, a él, tampoco le hubiera gustado Murakami. Lo importante, es lo que piense el jurado: "el lector". No se trata solo del número de lectores -obsesión que nos martiriza a veces a todos-. ¿No es hermoso que un solo lector se emocione en un lugar lejano a ti por lo que escribiste? Conmover el alma humana, un alma diferente a la tuya, es algo muy bello.
Un saludo.

Sergio G.Ros dijo...

Hola Elisabet.
Aprovecho la ocasión para presentarte, humildemente, mi blog: "El alma impresa". Está un poco destartalado porque no se me da muy bien lo de la informática, pero bueno. Estás invitada. Por cierto, me he tomado la libertad de poner tu blog como uno de mis preferidos. Un saludo.
http://www.elalmaimpresa.blogspot.com/
Sergio.

Montse de Paz dijo...

¡Hola! Regreso de vacaciones, disculpad que no haya respondido antes.
Roswell, ¿cómo se recoge el premio?? Ya me explicarás.
Deusvolt, voy a visitar tu blog, gracias por invitarme, y lo enlazaré al mío. En cuanto a tu comentario, tienes razón que absolutizar la propia opinión o pensamiento es un poco peligroso... Es esa hinchazón del ego de la que sufren muchos artistas y genios, qué lástima.

De todos modos, yo creo que esas obras sencillas y geniales que dices no surgen por casualidad. Para que algo aparentemente espontáneo sea una gran obra creo que tiene que haber una larga trayectoria detrás, que permita al escritor esos vuelos de pluma arriesgados y acertados que sólo un artista puede lograr.

Me quedo con tu última frase sobre el lector. Sí, saber que un lector se ha emocionado, o que un solo lector te diga "Gracias por haberlo escrito", gratifica muchísimo.

Esther dijo...

Es difícil intentar un análisis con tan pocos párrafos. Sin embargo, las citas de Umbral me dejan la impresión de que él está hablando —al hablar de los hidalgos— de aquellos escritores que escriben literatura creyendo en la Literatura. Los que dejan la sangre y las vísceras en sus letras, porque tienen, en el fondo de su espíritu, el convencimiento de que la Literatura expresa al mundo (y por lo tanto, puede sustituirlo). Ambición y grandeza en la concepción de los escritos: no necesariamente "ambición" en términos de dinero. Deseos de poder: no necesariamente en los términos comunes y habituales.
Por eso la obsesión en la exigencia, en subir el listón.

Creo que está hablando de ambición y deseos de poder en una acepción íntima, de puertas adentro; de una necesidad desesperada y absorbente por escribir en grandeza.

Lo cual no significa necesariamente escribir obras complicadas. O inentendibles por el común de la gente. Ni tan siquiera ser soberbio. Aunque todo esto puede darse también, claro.

Creo que significa, simplemente, que el escribir te quema las venas y no hay forma de sobrevivir a la propia vida que no sea escribiendo.

Y sí, me parece que tiene razón. En el fondo de cada uno de los Maestros ha tenido que existir una vocación de poder: repito, no necesariamente en la forma habitual como se entiende "poder", sino en una forma más profunda, más visceral: creer a pie juntillas que uno escribe para inventar el mundo, y que puede inventar el mundo en cada página que escribe.

Pueden darse, de tanto en tanto, excepciones. Pero dudo que dentro de un siglo o dos se recuerden muchas de esas excepciones, salvo que las leyes de marketing operen a largo plazo.

Esta cita:
[…] Paul Valéry dijo que «la sintaxis es una facultad del alma», y yo lo he repetido mucho. A uno le interesa sobre todo el estilo de un escritor, y no sólo por estética, sino porque en el estilo está la pulsación interior de ese hombre, «la facultad del alma», la sintaxis de su vida.”
!Es excelente!

Abrazos,
Esther

Montse de Paz dijo...

Esther, ¡gracias por tu visita y tus comentarios! Son muy densos.

Y los suscribo :) Cuando alguien cree de verdad en lo que hace, acaba creando -aquel famoso "creer es crear" de Goethe-. En el caso de Umbral, también hay que conocer su historia personal. Fue un chico enfermizo que faltó mucho a escuela y pasó gran parte de su infancia y adolescencia encerrado, leyendo... Claro que la literatura se convirtió en su vida. Y ya no sólo como refugio, sino como alimento vital, diría yo. Como ese fuego que "quema en las venas".

La palabra poder daría de sí para mucho debate. Es cierto, solemos darle un sentido político al término, pero hay ese otro sentido, quizás más literal, el de "querer es poder", poder de potencia, de energía interna, de capacidad para alcanzar los sueños y transformarlos en realidades.

Y el estilo. Cuando leí esas frases, pensé: ¡Eso es lo que necesitaba escuchar! Es más que la forma, es más que un envoltorio. El estilo está tan dentro, o quizás más aún, que el contenido de la historia. Lo que tantas veces hemos comentado: no se puede separar fondo y forma. Porque resulta que, si lo pensamos bien, la forma es parte inseparable de ese fondo, y a veces lo que llamamos fondo -lo que pasa en el relato- no es más que una forma pasajera, una excusa, para expresar esa "alma" que late en el estilo.